Es terrible llegar a tu casa con la sensación de que algo se ha perdido por el camino. Que debías hacer algo, convieniente o no, por tí mismo. Joder, es la puta peor sensación que existe. Porque te impulsa a salir de casa a las cuatro de la madrugada, aunque sepas que no te conviene para nada. Y aún peor, a sabiendas de que seguramente vuelvas con las manos vacías. Es agarrar arena. Es no tener nada claro. Es muerte. Es pasión. Y con todo me gusta como soy, aun por encima de momentos como este. O más bien no me disgusta como soy tanto como me disgusta todo lo demás. Absolutamente. Quiero decir, no es odio. No tengo ninguna especie de razia personal contra el mundo como pueda parecer. Sencillamente, si todo lo demás desapareciera, me llegaría conmigo.
Yo solo en un mundo vacío.

Ah, menuda erección.

No, no quiero morir. Es decir, me parece un timo que haya que morir quieras o no. Porque día tras día hay algo que me está jodiendo un poquillo, cualquier tontería que se va acumulando poco a poco hasta hacer una viscosa bola de tonterías, día tras día decepciones mayores o menores me atraviesan el ánimo como estacas, a veces llegando al punto de asquearme a mí mismo, ¿y me estás diciendo que tengo que aguantar todo eso solo para morirme? ¿Para dejar de existir? ¿que estoy aquí para irme?

Detén toda esta puta mierda un segundo.

No sabría muy bien con qué compararlo, pero no pierdo nada por intentarlo. A ver... imagina que estás atrapado en tu salón con un montón de depravados fetichistas que se pasan todo el puto día practicando sexo con cuchillos, clavos, pistolas, herramientas de jardinería y un montón de cosas afiladas de retorcidas formas que ni siquiera te suenan. Nadie puede salir del salón hasta que todos voteis por lo que hacer. Tú votas por poner la televisión y ver "Las felices y afables aventuras de Don Anónimo en el país de la piruleta". Ellos votan por sodomizarte a cuchilladas.

Eso es votar. De nada.